Esta semana tuve una de esas conversaciones que te dejan pensando todo el día.
Charlo mucho con mi hermano mayor Carlos Trelles sobre negocios —o más bien, de cómo se hacen los negocios posibles. Y algo quedó clarísimo: las áreas comerciales siempre necesitarán apoyo.
No porque sean débiles, sino porque están en el frente de batalla.
Si no sabes vender, no tienes nada que ofrecer.
Tal vez por eso me llama tanto la atención esa idea de que todo —toda especialidad, todo oficio— en el fondo es venta.
El ingeniero está vendiendo su solución, el diseñador su concepto, el programador su arquitectura.
Vender es convencer. Y convencer es posicionar.
Curiosamente, los perfiles del sector empresarial lo entienden muy bien. Ellos no te preguntan qué haces, sino cómo eso que haces les hará ganar dinero.
Y cuando lo entienden, cuando ven el valor, están dispuestos a darte algo a cambio.
Lo raro es que muchos de nosotros —sobre todo los que no venimos del mundo comercial— tardamos mucho en aprenderlo. Como si nos costara aceptar que lo técnico también se vende.
Pero cuando por fin lo vemos, se nos abre un nuevo mundo: uno donde vender no es traicionar tu oficio, sino extenderlo.
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